Aprender a fracasar es la clave del éxito

¿Qué tienen en común Walt Disney, Michael Jordan y Steven Spielberg, además de que lograron hacerse con una gran fortuna económica? Los tres tuvieron fracasos en sus vidas.


El primero fue expulsado de un periódico por falta de creatividad, Jordan fue rechazado por el equipo de baloncesto de su escuela y Spielberg no fue aceptado por la Escuela de Teatro, Cine y Televisión de la Universidad de Carolina del Sur.

La idea del fracaso es una especie de fantasma al que todos tememos y que no quisiéramos experimentar; no obstante, la realidad es que el fracaso siempre está a la vuelta de la esquina y el reto está en cómo lo afrontemos.

Aprender a fracasar no es algo que conseguimos en la educación formal, al contrario, siempre escuchamos que quien fracasa está acabado, pasa por la vergüenza de verse excluido y de sentirse perdedor.

Como se puede ver en este artículo de Emilio Valcárcel debemos aceptar la realidad de nuestros errores y de que las cosas no siempre salgan como deseamos.

aprendiendo a fracasar

Aprender a fracasar

Si examinamos la vida de nombres de éxito a lo largo de la historia, nos daremos cuenta de que muchos han llegado a la cima gracias a la forma en que superaron la adversidad, levantándose y continuando su carrera, o sencillamente cambiando de ruta para alcanzar sus sueños sin renunciar a ellos.

La clave está en aprender de cada fracaso, pero a eso no se llega de manera sencilla, sino analizando qué salió mal, cuál fue la razón de la caída y aprender de esta para evitar que siga siendo una piedra en el camino.

Una de las claves para afrontar el fracaso es la resiliencia, esa especie de arma que todos tenemos con la que podemos superar las circunstancias negativas y traumáticas para poder seguir adelante, aprender a fracasar e intentarlo cuantas veces sea necesario.

Ver el lado positivo

Es posible que en pleno fracaso, de cualquier tipo, nadie tenga la mente abierta como para pensar en que seguramente hay algo positivo en ese fracaso, y en cambio nos regocijemos en el sabor amargo de la derrota estancándonos en ella.

Ese sería el peor error, pues estaríamos paralizándonos y desperdiciando la oportunidad de hacer de ese fracaso la motivación para seguir intentándolo y consiguiendo el aprendizaje para avanzar y superar ese escollo que nos hizo caer.

El fracaso es parte del proceso; se trata de comenzar de nuevo con algo aprendido, pues el dolor, la tristeza y la frustración ocasionados por el fracaso son sentimientos que sirven para impulsarnos, no la razón para desmovilizarnos.

La vida está llena de retos, y en todas las etapas caminamos sobre una cuerda donde cualquier paso en falso podría significar una caída, es decir, un fracaso.

Durante los estudios podemos fracasar en las tareas, en un examen o en una exposición, pero si hubiéramos renunciado en ese momento no habríamos aprendido todo lo que suponen las siguientes etapas de la educación.

Más adelante fracasamos en el amor, en el trabajo o en otros retos que nos plantemos, pero si hubiéramos hecho caso al miedo a fracasar sencillamente seríamos eunucos sentimentales, mentales y emocionales, sin nada que apostar, arriesgar o soñar.

Son incontables los tipos de fracasos que existen en el mundo, tantos como personas están intentándolo para surgir, bien económica, empresarial, tecnológica, deportiva o sentimentalmente, pero eso no debe paralizar a nadie.

Enfocarse en el objetivo

La tarea está en enfrentar el miedo, es decir, aprender a fracasar, plantearse nuevos retos, recordar los errores cometidos que condujeron al fracaso y superarlos.

Nadie tiene una fórmula secreta sobre cómo alcanzar el éxito sin fracasar, solo que a partir del fracaso hubo un empuje individual que condujo a la cima.

En definitiva, por encima de cualquier adversidad está el reconocimiento del fracaso, la paciencia, perseverancia, resiliencia, tolerancia y el enfoque en el objetivo.

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